Por Raquel Pozzi Prof. en Historia/Analista Política Internacional
@raquelpozzitang
Tembladeral político en Brasil con la ratificación de la condena al ex presidente Lula Ínacio da Silva por corrupción pasiva y lavado de dinero en 2da instancia por el Tribunal Regional Federal 4 de Porto Alegre. Más allá de los tecnicismos judiciales ésta ratificación redujo las posibilidades de ganar tiempo con apelaciones no sólo para candidatearse sino también ingresar en la arena electoral con grandes posibilidades de haber sido nuevamente elegido presidente de la República Federativa de Brasil por el PT. Los tiempos corren para el Partido de los Trabajadores que revalidó al candidato para las elecciones presidenciales de octubre 2018. Con el fallo de los tres jueces algunos festejan otros levantan sus quejas por la desprolijidad en el adelantamiento del juicio de apelación al 24 de enero, en plena euforia social por los tradicionales festejos de carnaval. El fallo condenatorio de TRF-4 sepultó las probabilidades de ser nuevamente presidente, aunque gran parte del arco político incluyendo al actual presidente Michel Temer considere pertinente derrotar a Lula en las urnas y no a través de la justicia cuestionada por algunos grises del fallo del 12 de julio 2017 por el juez Sergio Moro en primera instancia por el caso conocido como el “apartamento tríplex” en la costa de Guarujá (Sao Paulo) propiedad que Lula desconoce pero que el ex ejecutivo de OAS, Leo Pinheiro avala sin prueba fehacientes. Por otro lado el establishment económico levanto los brazos como señal de victoria pudiendo corroborar el positivo comportamiento bursátil y el alivio de la cartera económica con grandes augurios de inversiones en una justicia que ha decidido arremeter contra la corrupción sea proveniente del Lava Jato; Odebretch y/o quien se interponga.
Erupción social
Parece cuasi dificultoso observar una actitud hedonista por parte de la justicia, la masa petista no acepta desde ningún punto de vista que su líder sea enviado a prisión. El epicureísmo del sector social del PT considera que el legado de Lula en el área social subsume cualquier condena probatoria o no de corrupción, cada uno observa su propio bienestar con banderas ideológicas y es casi imposible otorgar una cuota de racionalidad a las pasiones con mezquindades individuales antes que la pasión por un estado más transparente. Menudas razones tienen, Temer y casi un 80 % de los funcionarios públicos nadan en el lodo de acusaciones de corruptela, en este contexto los petistas prefieren sostener el poder de liderazgo de Lula entre los otros corruptos. Otra razón sobrevuela la hipnosis de los que vivan su nombre: las políticas neoliberales de ajuste implementadas por M. Temer son observadas como el escarnio que inhuma las bonanzas en política social que estructuró el líder del PT, ni siquiera Dilma Roussef fue absuelta socialmente cuando viró estrepitosamente hacia las políticas más ortodoxas generando importante retracción en la economía brasileña.
Anquilosar la política
Inmovilizados los candidatos alternativos frente al ex presidente tienen la firme convicción que será enrevesado acortar la enorme brecha que los separa en las intenciones de votos. Para poner en autos: Lula Da Silva conserva el 35 % de la base electoral con las posibilidades de aumentar su caudal por la tórrida temperatura social debido a la premura de la justicia, pero además de conservar tamaño caudal político el poder de liderazgo es imposible de ser transferido a otros, por lo tanto subyace la siguiente pregunta ¿Qué otro candidato del PT podría reemplazarlo? Resuena el nombre de Fernando Haddad que con escaso tiempo para imponerlo en los portales publicitarios y de propaganda confinaría al fracaso las aspiraciones del candidato y del partido. Por otro lado Hernique Meirelles del PDS ministro de hacienda patrocina enérgicamente los avances en política social y económica que se desarrollaron durante la gestión de Lula, claro que es pertinente recordar que en la gestión de Lula, Meirelles fue presidente del Banco Central; La derecha mece su cuna con el candidato Jair Bolsonaro del Partido Social Cristiano, el mismo capitaliza casi un 17 % (según sondeos de Datafolha) en la intención de voto, detrás de él y muy en lontananza otros candidatos como Marina Silva (ambientalista) y Gerarldo Alckmin (gobernador de Sao Paulo) entre 6 y 9 %. La sorpresa es la aparición en la escena electoral de Joaquim Barbosa ex presidente del Supremo Tribunal Federal quien no definió concretamente su participación como candidato del PSB pero siente estímulo por el reconocimiento de los ciudadanos que ven reflejado en él no sólo su condición Afro-brasileña sino también la de ser jubilado y tener esa sensibilidad propia del Partido Socialista Brasileño.
A estas instancias, Brasil necesita con urgencia un byepass coronario para contener las irregularidades del pulso social. Fue un 24 de enero de 1979 cuando nacían las esperanzas de la construcción de un espacio político de los Trabajadores y justamente el pasado 24 de enero 2018 con la ratificación de la condena a Lula podría tener doble lectura, como la sepultura del PT porque deja fuera de juego a Lula o como la catapulta de los petistas que prefieren el romanticismo que genera un líder populista aclamado, loado y glorificado antes que una Justicia considerada oportunista para correr hacia un costado a quién lidera las encuestas. Quizás deberíamos plantearnos porque el juzgamiento a los condenados por corrupción no está en la prioridad de una parte de la ciudadanía, será que todavía carece de lobbie la política transparente o existe un alto descreimiento por los políticos y no así por los líderes o es que todavía la justicia está en su estadio neonato en países donde la continuidad democrática todavía es joven. Una gran turbulencia nos espera, pero Brasil crece; Brasil tiene apenas un 3 % de inflación anual; Brasil corre su maratón electoral excedida de peso por corrupción con un candidato condenado por la justicia y por su propia ley de “ficha limpia” y por el raquitismo de opositores sin entrenamiento y sin herencia política.